Dic08
Identidad
Mes // Diciembre
Nuestro origen, experiencias y circunstancias forman parte de nosotros, pero no definen completamente nuestra identidad.
La magnitud del poder de nuestra identidad es tan abrumadora que es difícil resumirla y comprenderla por nosotros mismos. El enemigo, conocedor de este poder, nos ataca sutilmente.
Quizás conozcas la parábola del hijo pródigo, y si no, te animo a leerla (Lucas 15:11-32). Este hijo, incluso en su peor momento, recordó quién era, lo que le llevó a regresar a donde pertenecía. Nuestra verdadera identidad nos dirige hacia nuestro lugar adecuado.
Leyendo la Biblia, encontré algo fascinante.
Ester 2:10 relata: Ester no reveló su origen ni su linaje por orden de Mardoqueo.
Mardoqueo, figura paterna de Ester, le instruyó a ocultar su identidad. Ella, una doncella en la corte del rey Asuero y huérfana, fue aconsejada por Mardoqueo a no revelar quién era.
En resumen, no mencionar su orfandad, origen o pueblo.
No se especifica la razón de esta petición de Mardoqueo a Ester, pero más adelante se revela el plan divino.
Dios utilizó a Ester para un propósito mayor, demostrándole que su identidad iba más allá de su familia o nacionalidad. Ester, sin necesidad de compartir estos detalles, no fue definida por ellos y esto no la desvió de su destino correcto. Fue elegida como reina, salvó a su pueblo e influyó en la decisión del rey. (Ester 4)
Considerar una parte de nosotros como nuestra totalidad nos perjudica, nos desvía de nuestro camino, nos lleva al error, a creer que ya poseemos todo lo que merecemos. Cuando esta percepción se agota, volvemos sintiéndonos vacíos y creyendo que no somos nada.
Solo cerca de nuestro Padre podremos conocer cuándo y dónde debemos ser quienes somos.
Punto de acción
Padre, gracias por otorgarme una identidad poderosa y por no limitarme a ser solo una versión de mi pasado o circunstancias. Ayúdame a estar atento a Ti, para utilizar cada parte de mi identidad en Tu propósito. Amén.
Lectura bíblica recomendada: Efesios 1 La magnitud del poder de nuestra identidad es tan abrumadora que es difícil resumirla y comprenderla por nosotros mismos. El enemigo, conocedor de este poder, nos ataca sutilmente.
Quizás conozcas la parábola del hijo pródigo, y si no, te animo a leerla (Lucas 15:11-32). Este hijo, incluso en su peor momento, recordó quién era, lo que le llevó a regresar a donde pertenecía. Nuestra verdadera identidad nos dirige hacia nuestro lugar adecuado.
Leyendo la Biblia, encontré algo fascinante.
Ester 2:10 relata: Ester no reveló su origen ni su linaje por orden de Mardoqueo.
Mardoqueo, figura paterna de Ester, le instruyó a ocultar su identidad. Ella, una doncella en la corte del rey Asuero y huérfana, fue aconsejada por Mardoqueo a no revelar quién era.
En resumen, no mencionar su orfandad, origen o pueblo.
No se especifica la razón de esta petición de Mardoqueo a Ester, pero más adelante se revela el plan divino.
Dios utilizó a Ester para un propósito mayor, demostrándole que su identidad iba más allá de su familia o nacionalidad. Ester, sin necesidad de compartir estos detalles, no fue definida por ellos y esto no la desvió de su destino correcto. Fue elegida como reina, salvó a su pueblo e influyó en la decisión del rey. (Ester 4)
Considerar una parte de nosotros como nuestra totalidad nos perjudica, nos desvía de nuestro camino, nos lleva al error, a creer que ya poseemos todo lo que merecemos. Cuando esta percepción se agota, volvemos sintiéndonos vacíos y creyendo que no somos nada.
Solo cerca de nuestro Padre podremos conocer cuándo y dónde debemos ser quienes somos.
Punto de acción
Padre, gracias por otorgarme una identidad poderosa y por no limitarme a ser solo una versión de mi pasado o circunstancias. Ayúdame a estar atento a Ti, para utilizar cada parte de mi identidad en Tu propósito. Amén.